El bullicio ha dejado de distraerlo; es como la gente que se dice que se queda sorda por vivir siempre cerca del estruendo de una cascada: en él se cumple el dicho común de que nunca estamos más solos que cuando estamos en medio de una multitud; una vaga simpatía con el ajetreo que lo rodea en cierta manera lo estimula, pero percibe cada estímulo concreto, como suele decirse, «a un nivel inconsciente».