Comer es la práctica cotidiana más extendida de la vida. Se lleva a cabo todos los días, tres veces al día, desde el nacimiento hasta la muerte. Sin embargo, la tradición filosófica nunca se ha hecho cargo directamente de la alimentación, pues no es un tema que forme parte del ámbito de las cuestiones que originariamente le preocupan. Al buscar «filosofías del comer» la respuesta de los textos es tanto el silencio como la negación. Sin embargo, existe un contrapunto: la filosofía de todos los tiempos se ha expresado mediante metáforas alimentarias —hasta caníbales—, esto forma parte tanto de sus temas como de su metodología más profunda. Desde los usos más empíricos hasta los más trascendentales —como el que contiene la idea de que somos lo que comemos—, comer se ha convertido en una operación existencial para la filosofía, tan importante como pensar.