Un amigo me dio Sostiene Pereira, una novela de Antonio Tabucchi que transcurre en Lisboa en 1938 y aborda por extenso el tema de la muerte y el recuerdo. El protagonista es un periodista que adora a su mujer fallecida de tisis unos años antes. Ahora achacoso y con sobrepeso, Pereira ingresa en una clínica de talasoterapia cuyo director, el doctor Cardoso, el brusco y prosaico «sabio» de la historia, le aconseja que debe deshacerse del pasado y aprender a vivir en el presente. «Si continúa así», le advierte Cardoso, «se pondrá a hablar con la fotografía de su esposa». Pereira le contesta que siempre lo ha hecho y que lo sigue haciendo: «Le cuento todas mis cosas, y es como si el retrato me contestase». Cardoso replica, desdeñoso: «Son fantasías dictadas por su superego». El doctor, muy seguro, insiste en que el problema de Pereira es que «todavía no ha elaborado el duelo».
Elaboración del duelo. Suena como un concepto muy claro y sólido, con el aplomo de la primera palabra. Pero es fluido, escurridizo, metamórfico. A veces es pasivo, la espera a que el tiempo y el dolor desaparezcan; otras veces es activo, una atención consciente a la muerte y a la pérdida del ser amado; a veces, necesariamente, te distrae (el insulso partido de fútbol, la abrumadora ópera). Y hasta ahora nunca has realizado esta labor. No es remunerada pero tampoco voluntaria; es rigurosa pero no hay supervisor; es cualificada pero no hay aprendizaje. Y es difícil decir si haces progresos, o qué te ayudaría a hacerlos. Tema musical para jóvenes (cantado por las Supremes): «You Can’t Hurry Love». Tema musical para los viejos (con arreglos para cualquier instrumento): «You Can’t Hurry Grief»[4].