La tristeza del amor, tan existencial, propia, incomunicable, apolítica. La tristeza del fútbol, tan comunitaria, sociable, cinética, política. Homo carus es el hombre que ama, frente al homo ludens, que juega. Mismo daño, distinto sonido social. Los hombres de amor, los hombres de fútbol, ambos me recuerdan una bella frase de Pascal Quignard: «Los hombres desesperados viven en ángulos»