La quietud es la clave

La mente es inquieta, Krishna, impetuosa, obstinada, difícil de educar: dominarla es tan complejo como gobernar los vientos huracanados.
—Bhagavad Gita

Así como un día bien vivido procura un sueño feliz, una vida bien empleada procura una muerte feliz.
—Leonardo da Vinci

Aunque suele criticarse a los estoicos por sus rígidas reglas y disciplina, lo que persiguen es esto: una dignidad y decoro interiores que los protejan a ellos y a sus seres queridos de pasiones peligrosas.

Se ha dicho que la palabra amor se deletrea como T-I-E-M-P-O, también como T-R-A-B-A-J-O, S-A-C-R-I-F-I-C-I-O, D-I-F-I-C-U-L-T-A-D, C-O-M-P-R-O-M-I-S-O y ocasionalmente como L-O-C-U-R-A.
Pero siempre está salpicada de R-E-C-O-M-P-E-N-S-A-S. Aun si termina.

Tal fue la historia de Lincoln. Como muchos otros jóvenes inteligentes, fue ateo en su juventud, pero las pruebas de la edad adulta, y en especial la pérdida de su hijo y los horrores de la guerra civil, lo volvieron creyente.

No hay quietud en la mente que sólo piensa en sí misma, ni habrá nunca paz en el cuerpo y el espíritu que siguen todos sus impulsos y no valoran otra cosa que a sí mismos.

Si crees que habrá un momento en que sentirás que “lo lograste”, y que por fin serás bueno, te expones a una sorpresa desagradable. O peor todavía, a una tortura digna de Sísifo, en la que esa sensación parece estar al alcance justo cuando la meta se mueve un poco más en el ascenso a la montaña.

Sólo quienes se dan el tiempo de explorar, cuestionar y extrapolar las consecuencias de sus deseos tienen la oportunidad de vencerlos e impedir el arrepentimiento de consentirlos. Sólo ellos saben que el auténtico placer reside en tener un alma fiel y estable, segura y feliz.

Pero podemos dedicar tiempo a percatarnos de la gran fuerza y poder que el deseo ejerce sobre nosotros, y que más allá del momentáneo placer que podría otorgarnos, nos priva de la profunda paz que perseguimos.

Si el concepto de “virtud” te parece un poco presuntuoso, considera la evidencia de que una vida virtuosa vale por sí misma. Nadie tiene menor serenidad que quien no sabe los que es bueno o malo. Nadie se abruma más que quien, en ausencia de un código moral, se agota en cada decisión y considera cada tentación. Nadie se siente peor consigo mismo que el estafador o el mentiroso, aun si se le colma de premios en respuesta a sus engaños y falacias. La vida carece de sentido para quien decide que sus decisiones no tienen importancia.