La prosa de Morábito es sin duda alguna, inusual; no en un sentido que te estremece por dar pavor, sino que, son esa clase de eventos que son anecdóticos porque tienen un buen toque de comedia, pero también suceden en un entorno que puede desarrollarse dentro de esa cara de la humanidad en la que poco o nada sabemos en relación a su verdadero ser; a sus inquietudes, a sus intenciones o a sus cambios de humor que entran en el juego de las relaciones interpersonales.
Me gusta que en su mayoría sean cuentos realistas, con realistas me refiero a que no incluyan claros signos de fantasía como es en el caso del cuento homónimo: La sombra del mamut o en el relato de Fray Ruperto.
Asimismo, me gustó el hecho de que Morábito se rehusara a seguir una línea de producción literaria que se encaminara a una temática más estrecha. Eso hace que el lector mantenga la inquietud por saber de qué tratará el próximo cuento que lea. Como describió la persona que hizo la sinopsis: el lenguaje que Morábito emplea es económico y no por ello lo hace escatimar de una pluma diestra a la hora de poner palabras a sus ideas.
Quizás lo que hizo que el compendio flaqueara de algunos lados fue que pocos de sus cuentos les hizo falta un empujoncito para que terminaran de encantarme. (Ojo, que aquí es algo particular de mi expectativa como lectora y que sé que no debe de cumplirse al margen porque cada uno/a tenemos diversas esperanzas a cubrir, que el autor/a evidentemente no va a complacer a todo mundo).
Fuera de ello, recomiendo esta antología de trece cuentos.
Mis favoritos:
•El Gran Camino Volado.
•Artemisa y el ciervo.
•Cartas a la reina.
•La pelota sobre el agua.
Fabio Morábito es el mejor narrador de México, el mejor.
Morábito hace un escueto relato de algo que, en apariencia, resulta ser un elemento casi imperceptible, en este caso dentro de los aeropuertos, que no atrae muchas miradas o de menos a los pasajeros les resulta indiferente pero que trae graves consecuencias si se desatiende el problema por muy pequeño que aparente ser. Tal como el efecto dominó o el efecto mariposa, una desgracia puede ocurrir por pequeñas causas que van haciendo escala.
Morábito nos hace preguntarnos si una persona de un solo 'hitazo' así como alguien que es reconocido y aclamado por una sola obra plástica o un único verso de verdad se le podría considerar artista, pese a que haya sido buenísimo en su labor. A partir de la anterior reflexión creo que es bastante distinto plantearlo cuando es un músico o un cantante en comparación a un escritor, fotógrafo, pintor, etc. ya que, ellos viven para interpretar sus éxitos una y otra vez, así que por eso no veo tanto el dilema o el punto de comparación, puesto que, si bien es cierto que sólo ejecuta una nota el protagonista, sí hace hincapié en que es complicado y requiere mucha práctica para llegar a ella, además de que en cada presentación puede comenter el error de desafinar (lo que le termina pasando); he ahí la doble razón justificada de su frustración (que es perfectamente entendible). Llama la atención cómo hay paralelismos que rodean la vida sentimental de Boris y el relato de la pieza musical en la que está involucrado. Me encantó el resalte de las últimas líneas del cuento con la sensación brutal de una punzada que provoca un vacío por el desconcierto de no saber si su esposa aún lo ama, justo como analogía del ataque al ciervo que recibe una herida mortal por el flechazo de Artemisa.