Y me acordé de aquella historia, quizá de Las mil y una noches, en la que un rey, o un sultán, se irritaba con un sabio que no sabía responder una pregunta. El sultán se lo recriminaba. ¿Acaso no te pago por lo que sabes? Así es, noble señor. Porque si me pagaras por lo que no sé, no habría oro suficiente en el mundo.