Cuando volvió en sí, recogió los huesos pero, como no sabía cuáles eran de hombre y cuáles de mujer, los juntó y se los llevó a la diosa Tamoanchán, y ésta se los dio a Quilaztli, que molió todos los huesos y los echó en una vasija preciosa. Sobre esta vasija Quetzalcóalt hizo sangrar su miembro y con esta masa de huesos de los muertos y de sangre de un dios se formaron hombres y mujeres.
Y es por esto por lo que en cada uno de nosotros hay un poco de hombre y un poco de mujer, y un poco de muerte y un poco de vida.