Corazón cuarteado forma parte de esa gran novela continua que la autora norteamericana de origen catalán se propuso escribir como complemento a sus Diarios. El título refleja una doble alusión: la historia de una relación amorosa que nace, culmina y se resquebraja a lo largo de estas páginas; y la ambigüedad y ambivalencia de los sentimientos de Djuna, la protagonista, cegada por las imágenes que segrega su propio amor. Porque para Djuna, como para la terminología heráldica, el corazón cuarteado es, también, el corazón dividido en cuatro partes independientes, en cuatro espacios distintos, incomunicados, aunque igualmente profundos y capaces de amar con sinceridad. La experiencia de Djuna en Corazón cuarteado se corresponde, por añadidura, con la biografía de su creadora: el París bohemio de entreguerras, la perpetua fiesta en la que arden los idealismos de las generaciones perdidas de todos los países y continentes, la dificultad e inconstancia de las relaciones personales… Todo ello visto, en este caso, a través de unas imágenes de quintaesencia romántica: la gabarra centenaria anclada en los pintorescos y turbulentos muelles del Sena; la barcaza refugio de enamorados, conspiradores y suicidas y, a la vez, premonición de inminentes -y más trascendentales- naufragios; Rango, el mestizo voluble, el guitarrista ocioso, el paladín infantil de las causas perdidas; Zora, la sombra de los celos maníacos y destructivos…