¿Es posible sorprender al lector con nuevas versiones de historias infantiles tradicionales? En este libro aparecen los clásicos personajes que todos conocemos: niñas ingenuas o desamparadas, enanitos, brujas, cazadores, príncipes y madrastras. Esas historias tradicionales han sido contadas desde la perspectiva de un narrador omnisciente que sabe todo lo ocurrido y tiene acceso a la interioridad de todos los personajes. Pero aquí los narradores son otros. Los autores son niños entre 9 y 11 años que reescribieron esas historias con una restricción: narrar en primera persona, adoptando la perspectiva de alguno de los personajes.
¿Cómo resuelve quien escribe en primera persona el problema de ser personaje y al mismo tiempo narrador? ¿Cómo hace el lobo narrador para mantener la voz narrativa a pesar de que, como personaje, muere en la historia? ¿Cómo hace la Caperucita narradora para mantenerse ingenua pero hacerle saber al lector que está siendo engañada? Los personajes y las historias son conocidos.
Sin embargo, nuevos desafíos se presentan cuando hay que adoptar la focalización y la voz narrativa de un personaje particular. Además, hay que darle «consistencia» a esa voz narrativa, modalizar la voz. La envidia y la maldad pueden asumirse directamente, pero es muy difícil asumir la ingenuidad sin caer en la falta total de inteligencia. Ya sabemos que el lobo es una bestia hambrienta, pero algunos niños elaboraron lobos inseguros a quienes «no les sale la voz», lobos fracasados, lobos propiamente literarios. Narrar por escrito desde un personaje propone instrumentos de análisis para valorar esas historias, asumiendo que el trabajo de revisión juega un papel decisivo. Esas revisiones no son espontáneas, sino cuidadosamente planificadas por las docentes.