Hay quien se entrega con gusto al ridículo temor de que la persona sería un ser incontrolable si fuera como es en realidad, y que si todas las personas se volvieran como realmente son se produciría una espantosa catástrofe social. De modo extremadamente unilateral, muchos individualistas de hoy entienden que la realidad del hombre es únicamente su componente siempre insatisfecho, anárquico y codicioso, olvidando sin embargo completamente que justo ese mismo ser humano es también quien ha creado las rígidas organizaciones de la civilización actual, de firmeza y fuerza mayores que las contracorrientes anárquicas