hau a la máquina
de cápsulas.
La tuvimos cuatro años.
Obligué a mi novio
a que la comprara
cuando nos reconciliamos
después de estar mucho tiempo peleados.
Al principio, la amábamos
hacíamos peregrinaciones
por los supermercados
de la ciudad
buscando ofertas de 2x1
en las cajas de cápsulas.
Era una idea particular del romanticismo,
mirar en internet qué supermercados
habían bajado los precios
y hacer una excursión hasta allí.
Durante más o menos un año
atesoré la idea de escribir un cuento
donde esa máquina fuera la protagonista
(desde que la habíamos comprado íbamos
mucho menos a bares y veíamos menos gente),
pero nunca lo escribí.
Y hoy me despido de ella,
las cápsulas son una cosa horrible