La situación y la historia

Sentí con agudeza la cálida y dolorosa insuficiencia de las relaciones humanas

Al saber la narradora en todo momento quién estaba hablando, siempre supo por qué estaba hablando.

Conforme los años pasaron y los libros se multiplicaron, se convenció de que su destino siempre había sido la compañía del universo, no la de sus congéneres humanos: y no tenía problema con eso, ninguno.

La resistencia a ganarnos la vida es el destino común de la humanidad –todos lamentamos profundamente tener que madurar–, pero de una forma u otra la mayoría hacemos las paces con esta exigencia, faltos de obstinación criminal.

Leer a través de la necesidad propia, limitada pero aclarada, concluí, era enseñarse a uno mismo a escribir mejor, y a enseñar mejor a escribir.

Abordar la obra que nos ocupaba como podría hacerlo cualquier lector corriente era aprender no a escribir sino –mucho más importante– por qué alguien escribe.

En la de no ficción, quien escribe solo tiene un yo singular con el que trabajar. Por eso a lo que el escritor ha de aspirar es a buscar y encontrar al otro en sí mismo para generar así movimiento, lograr una dinámica.

Del periodismo a las memorias pasando por el ensayo autobiográfico: el viaje que acomete un personaje de no ficción se intensifica y se vuelve cada vez más hacia dentro.

Un párrafo tras otro –compuestos en casi igual proporción de narración, comentario crítico y análisis– dan fe de una naturaleza reflexiva que está contemplando en esos momentos sus propias pasiones airadas con un desagrado visceral pero contenido

la historia no era ni la oradora ni la médica en sí: era lo que le había pasado a cada una en compañía de la otra.