ollozaba amargamente, ahogándose en su desesperación; sus hombros tenían espasmos y se agitaban convulsos; sus manos estaban apretadas. Se había olvidado de su hermoso vestido y su aún más preciosa colcha; había olvidado su dignidad, su autocontrol y su orgullo. Su mente estaba inundada por la impotencia, el horror más inconmensurable, una gran pérdida, una turbulenta y sofocante masa de emociones.