«Hipocondrías, insomnios, impaciencias, desazones, son las musas cojas de estas breves páginas», advierte Tabucchi al inicio de Los volátiles del Beato Angélico, una obra brillante, una obra brillante e inclasificable que constituye una auténtica aventura para el lector. Aquí se recogen breves escritos, «astillas a la deriva, supervivientes de un todo que nunca ha existido», cuasicuentos, pensamientos, textos equívocos y evanescentes que incitan la imaginación y la reflexión desde su sutil emplazamiento en las zonas intersticiales del cotidiano debe ser: un persistente y enigmático «rumor de fondo» hecho escritura.
Tabucchi renueva sus temas y técnicas como un mandarín presto a ejecutar un movimiento desconocido, y su voz adopta polifacéticos matices e inflexiones, apunta posibilidades y formula interrogantes en las fronteras de la literatura. Metamorfosea el lenguaje y lo convierte en una chispa capaz de encandilarnos por un instante, suspendernos en una dimensión abierta donde confluyen los diversos planos de la existencia.
Los volátiles del Beato Angélico es una invitación al viaje por territorios escurridizos: cierto punto cero del lenguaje como embrión de todos los senderos de lo real y lo imaginario, del deseo materializado fugazmente en una encrucijada de azar y destino… Seres inaprehensibles, extrañas coincidencias temporales, identidades extraviadas, encuentros y desencuentros entre personajes curiosos y patéticos, animan unos textos cuya resolución última atañe al lector, misteriosos signos del delicado juego al todo o nada que el autor establece entre palabra y silencio, vacío y sentido.