Enrojeció y continuó:
–Si alguien ama a una flor que es única entre millones y millones de estrellas, eso es suficiente para que ese alguien sea feliz cuando la mira y se diga: «Mi flor está ahí, en alguna parte...». Pero si el cordero se comiera a la flor, sería para él como si de pronto todas las estrellas se apagaran. ¿Acaso eso no es importante?
No pudo decir nada más. Bruscamente comenzó a sollozar. La noche había caído. Solté mis herramientas. Ya no me importaban mi martillo, mi perno, la sed y la muerte. En una estrella, en un planeta, e