¿Cómo es posible que ideas tan absurdas y nocivas hayan llegado a ser tan influyentes? ¿Y por qué siempre estamos enzarzados en una lucha contra sus violentos e intolerantes defensores? Pues porque la religión fue la primera (y peor) tentativa de nuestra especie para explicar la realidad. Era a lo máximo que llegaba la humanidad en una época en que no teníamos la menor noción de física, química, biología o medicina. No éramos conscientes de vivir en un planeta esférico, y menos al borde de un universo de magnitud inconcebible que se estaba alejando de su fuente original de energía. Ignorábamos el gran poder de los microorganismos: que, por un lado, no pudiéramos vivir sin su presencia en el aparato digestivo, y, por el otro, nos sometiesen a ataques mortales como parásitos. Ignorábamos nuestro estrecho parentesco con otros animales. Creíamos que el aire que nos rodeaba estaba poblado por duendecillos, trasgos, demonios y djinns. Nos imaginábamos que el trueno y el relámpago eran prodigios