gundo deja su marca en la vida de cada persona; viene y va, desapareciendo calladamente, sin fanfarria, desvaneciéndose en el aire como el vapor que desprende un pudin de Navidad bien caliente. Si el tiempo es suficiente, sentimos calor; cuando nuestro tiempo se agota, también nos deja fríos. El tiempo es más precioso que el oro, más precioso que los diamantes, más precioso que el petróleo o cualquier tesoro valioso. Nunca tenemos bastante tiempo, el tiempo desata la guerra en nuestro corazón, así que tenemos que saber gastarlo. El tiempo no se puede envolver ni adornar con un lazo, no se puede dejar bajo el árbol la mañana de Navidad.
El tiempo no se puede regalar. Pero se puede compartir.