Formas de volver a casa habla de la generación de quienes, como dice el narrador, aprendían a leer o a dibujar mientras sus padres se convertían en cómplices o víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet. La esperada tercera novela de Alejandro Zambra muestra el Chile de mediados de los años ochenta a partir de la vida de un niño de nueve años.
El autor apunta a la necesidad de una literatura de los hijos, de una mirada que haga frente a las versiones oficiales. Pero no se trata sólo de matar al padre si no también de entender realmente lo que sucedía en esos años. Por eso la novela desnuda su propia construcción, a través de un diario en que el escritor registra sus dudas, sus propósitos y también cómo influye, en su trabajo, la inquietante presencia de una mujer.
Con precisión y melancolía, Zambra reflexiona sobre el pasado y el presente de Chile. Formas de volver a casa es la novela más personal de uno de los mejores narradores de las nuevas generaciones. Un libro que ratifica lo que Ricardo Piglia ha dicho sobre Alejandro Zambra: «Un escritor notable, muy perceptivo frente a la diversidad de las formas.»
Formas de volver a casa ha recibido el Premio Altazor y el Premio del Consejo Nacional del Libro de Chile en 2012.
«Con rabia y melancolía, este valioso libro pone en cuestión la crisis de un país, de la familia y de un hombre desgastado que a pesar de todo no claudica ante la soledad. Formas de volver a casa es una novela que logra configurar de manera formidable la politicidad de la sobrevivencia en un día a día que reposa en la fragilidad de la utopía individual, ligada a los afectos y a la concepción de una literatura en conjunción con la vida, al modo de un registro de los fracasos y, principalmente, de los aguantes» (Patricia Espinosa, Las Últimas Noticias).
«Zambra utiliza en esta novela un magnífico lenguaje, a la sombra de Carver: precisión, tristeza, crueldad, ternura» (Joaquín Arnáiz, La Razón).
«Zambra escribe con sutileza y habilidad, con un estilo que parece aprendido en la escuela de Hemingway, y posee la destreza suficiente para mantener la atención del lector» (Ricardo Senabre, El Cultural, El Mundo).
«La novela es un ajuste de cuentas con una época especialmente infame en Chile, la de los años 80. Y claro, los padres no podían quedar fuera de un ajusticiamiento que se precie de serlo. A veces, o más bien casi siempre, el simple acto de volver a casa se convierte en una empresa complicada y dolorosa» (Juan Manuel Vial, La Tercera).
«Formas de volver a casa -quizás como debe ser una buena novela— cruza por varios géneros y no pertenece a ninguno: posee algo de novela política (porque las circunstancias históricas coinciden con los años posteriores al golpe militar del 73), pero no es una novela acerca de la dictadura; en ambos relatos, hay una historia de amor, aunque sería inexacto señalar que se trata tan sólo de eso; es una novela de formación de un escritor, de las dificultades de escribir, del compromiso y, a la vez, de su malestar con respecto a la literatura y su condena a seguir en enlazado a ella… La estructura de la novela es clara y sólida y, sobre todo, no parece fruto sólo de un ardid. Zambra transmite una sinceridad real: no puede contar una historia sino que, además, quiere contar la historia de la historia. Ambas le interesan, no se sabe cuál más cuál menos. Ya en una, ya en la otra, es sensible, perceptivo, inteligente y atento a los detalles significativos y, en muchos momentos de la obra, el lector siente, como el narrador mismo le dice a un amigo escritor: «Eso no lo inventaste, ocurrió así"» (Pedro Gandolfo, El Mercurio).
«El juego metaliterario y autográfico recuerda al mejor Coetzee, una resonancia que se extiende al rasgo más distintivo del estilo de Zambra, que -como el del mismo Coetzee, aunque de muy otra forma— viene a ser la frugalidad, término que connota ascéticamente su poquedad, su laconismo» (Ignacio Echevarría, El Mercurio).
«La mayor virtud del libro está, precisamente, en haber creado una intensidad narrativa (en lo político, en los sentimental, en lo intelectual, en lo generacional) con una realidad que se nos escapa continuamente de las manos» (J.A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia).
«El poeta chileno ha tejido una novela con una estructura admirable y un contenido asombroso por valiente, original y comprometido. Ojalá hubiera más como él, porque de nada sirve el virtuosismo sin ideas, de nada sirve rizar el rizo sin una melodía sólida que obligue al lector a esforzarse y dirigir su pupila a un lugar que trascienda la página cuando hemos cerrado el libro» (Jordi Corominas, Revista de Letras).
«La extrema habilidad de Alejandro Zambra hace que la novela no sea una pieza acerca de una familia chilena, de un tiempo determinado, sino que convierte su narración en algo universal, pues pocas familias se salvan de esos sonoros mutismos que crean desconcierto y dudas en los hijos» (Cayetano Sánchez, Canarias 7).
«Una novela sobre el regreso a la memoria, al recuerdo, a la pieza de la infancia, pero ya desde una distancia irrecuperable, a distancia de la mirada adulta» (Rodrigo Pinto, El Sábado).
«Una novela que nos sorprende, una lectura estimulante que reclama lectores atentos, una obra a la vez joven y madura: un antídoto contra lo fácil, lo epidérmico, o lo gratuito y excesivo. Buena literatura de este nuestro tiempo» (Luis Alonso Girgado, El Ideal Gallego).
«Formas de volver a casa es un melancólico ajuste de cuentas con el pasado de Chile, con los padres de la generación a la que pertenece el propio Zambra» (J. Ernesto Ayala-Dip, El Correo Español).