Sin embargo, los valores del respeto y el reconocimiento, como aquel del honor, son, en tiempos de internet y de las redes sociales, muchísimo más difíciles de observar y transmitir que el honor en los añejos tiempos del Barroco. Si entonces el buen nombre dependía de la opinión de unos pocos, los cortesanos y los eclesiásticos, hoy está a merced de una mayoría anónima e intemperante que dicta lo que se puede decir y lo que no; o a quien hay que seguir, o bien a quién se debe llevar a la picota, por machista o por feminista, fascista o comunista, racista o antisistema, islamista o infiel. Hoy en día, cualquiera puede ser el «reaccionario» o el «subversivo» de otro.