Hay en Siberia quien dice tener visiones del pasado y charlas con demonios que hablan de la guerra y del gulag. Presencias que arrastran hasta los abismos de la Historia y de mundos que ni conocemos. Ocurre siempre después de un trauma, de una grave enfermedad o tras el delirio blanco que desata el vodka. Donde los psiquiatras de la ciudad diagnostican un claro cuadro de esquizofrenia, la gente de la taiga, más al norte, reconoce el mal del chamán.
Jacek Hugo-Bader viaja hasta los confines helados de Sibe-ria para asomarse al vacío que dejó la fe comunista. Al retorno de un pueblo a una identidad anterior, previa al País de los Sóviets y basada en la magia y el animismo. Hoy en Rusia hay más chamanes, brujos y trabajadores extrasensoriales registrados que médicos colegiados. Y el jefe de prensa del presidente exhibe sin complejos amuletos chamánicos para protegerse del virus.
Hugo-Bader recorre la frontera que separa la credulidad del escepticismo. En este viaje ha escuchado hablar de los tres chama-nes que protegían Stalingrado desde un avión militar durante la Gran Guerra Patria. Ha buscado a los herederos de Savéi, el chamán más poderoso de los siglos XX y XXI. Ha consultado a académicos que abjuraban del método científico y hasta ha caminado junto a Aleksandr, el Forrest Gump yakutio que avanza hacia Moscú deci-dido a derrocar a la serpiente alada que habita en el Kremlin y que no es otro que Vladímir Vladímirovich Putin.