Usted escribió una vida en sus Apuntes en los márgenes de la vida -que es su vida— pero es como si fuera la mía. Me reconozco sobre los escenarios, en los que no estuve nunca, con gente, que conozco por referencia, en los tiempos, que son tiempos de mis padres e incluso de mis abuelos. Me miro en un espejo, fundido y pulido por Usted, porque no es sólo un texto, es más que eso.
Usted escribió un réquiem, que tiene como tema principal la misma melodía, que capto en mi interior hace tiempo. Una melodía difícil de seguir, pero tan reconocible, y que gracias a Ud. de repente sonó tan nítida.
Me tomó unas páginas darme cuenta, de que esto no es prosa, sino poesía sin rima. Ahí fue cuando dejé de leer apurada y avancé con más lentitud y atención. Pasaba de una imagen a otra, diciendo en mi interior: sí, creo que esto es como… claro, exactamente como dice acá. Y acá debería haber algo de Esenin… Bah, ¡aquí está!
Creo que la relevancia y calidad de una obra literaria se prueban por cuanto el lector se haga partícipe. Dicho en otras palabras, la literatura de verdad nos permite identificarnos con lo leído. Leernos en la obra, vernos como en un espejo. Y bueno… gracias al espejo uno se da cuenta de que el maquillaje se corrió, o al revés — está impecable; y me queda bien el celeste, y todavía me parezco a la chica tímida y huraña de hace 25 años.
…Qué hacemos con esto, Irina, eh? Yo sigo pensando que no se puede vencer a la muerte. Una vez habíamos hablado ya de eso… pero por mucho que me esfuerce, no llego a creer que nos convirtamos en “otra cosa”, a modo de fractales… Y me veo corriendo al borde de la marea fría y espumosa que borra mis huellas sobre la arena. Trato de pisar fuerte, de dejar huellas lo más hondas posible, pero el ir y venir de las aguas las hace desaparecer igual.
…Y sí, ¿qué será de nuestras bibliotecas? Nuestros recuerdos, tan nítidos algunos? ¿De nuestros amores y dolores?
Usted escribió un réquiem. Quizás otra persona vea otra cosa reflejada en el espejo. Pero yo escucho un réquiem y veo las líneas de los cables tachando el cielo. Y me voy a quedar pensando, pensando, pensando…
Ana Novíkova a Irina Bogdaschevski, 11 de abril del 2013.