La artritis reumatoide es una integrante más en nuestra familia.
Hace un año diagnosticaron a mi mamá con ella y hace casi dos meses perdimos a mi tía a causa de también de ella.
Llegué a este texto por recomendación de mi hermana.
Leer este diario me hizo extrañarla más. Lloré, me enojé conmigo en muchos momentos, pero conocí lo que callan, por amor, por privacidad, por dignidad.
Sin duda es un libro que todos debemos leer.
Ningún mortal es ajeno al dolor.
Podría decir que te transmite casi físicamente su dolor en cada una de sus palabras.
Te sensibiliza.
Que egoísta fui cada vez que me decía que su tiempo aquí quería que terminara.
Quería que se quedara para no sentir dolor yo.
Hoy lo entiendo.
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Un beso al infinito, siempre te amaré.
El dolor vivido a diario, el diario del dolor. Así es como María Luisa Puga nos narra como es vivir con este ser insidioso y que ocupa cada espacio del cuerpo de quien lo vive y lo siente. Puga nos conmueve con esta narrativa que hizo a partir de su experiencia con la artritis reumatoide y que le condenó a estar permanentemente en silla de ruedas, luchando al mismo tiempo por entender, tanto su dolor físico como la indiferencia de las instituciones de salud, que se niegan a ver al ser humano que sufre, reduciéndolo a un paciente más.
Conmovedora, profunda y también graciosa es de esas lecturas para que quienes hemos pasado o estamos pasando por alguna enfermedad dolorosa, encontremos empatía, comprensión y fuerza para enfrentarlo.
Es difícil (d)escribir con profundidad un libro así, tan repleto de todo. Es doloroso, honesto, suficiente. Todo a partes iguales. Cien fragmentos que podrían haber sido otros cientos más, pero que la autora con ello tuvo suficiente, porque con eso bastaba. Ahí quedó todo lo que ella quiso. A quienes la leyeran les toca, por supuesto, lo demás. No es entonces la cantidad de escritura, sino la inmensidad y la profundidad con que se desarrolla. Toma más sentido esto que escribe María Luisa Puga cerca del final: “No se tiene memoria del dolor hasta el momento en que llegas para quedarte. Es cuando nos tenemos que adaptar, o aprender a ser alguien distinto de lo que éramos y a usarnos de otra manera. Qué raro ha sido y qué nuevo. Por eso te he escrito tanto.”