Los quince relatos que componen Dublineses sorprendieron en su tiempo por la libertad de su lenguaje, la crudeza de los temas y las alusiones que salpican el texto. Sin embargo, la obra —que pese a la aparente independencia de las narraciones posee una profunda unidad— no pretendía escandalizar, sino ofrecer la visión global de la realidad, o, en palabras de James Joyce, «denunciar el alma de esa hemiplejia o parálisis que algunos llaman ciudad». Si, en efecto, Dublín se erige en protagonista de la obra, a la vez como medio histórico concreto y como símbolo de todas las metrópolis del mundo, los relatos, a su vez, se ordenan en torno a cuatro motivos: las primeras experiencias infantiles, las frustraciones de la juventud, los desengaños de la madurez y, por último, la ruina final de las ilusiones.