Cuando Adrian dibujaba, ella solo quería observar los movimientos rápidos, ágiles de las manos. Cuando sonreía, ella contenía la respiración para ver si la sonrisa de él sería lo suficientemente radiante para que aparecieran aquellos hoyuelos esquivos. Cuando la miraba, sentía la necesidad de mirarlo a su vez. Y también, ilógicamente, de apartar la mirada