Sé muy bien que mi lector no me daría las gracias por una descripción poética y detallada de mis primeras impresiones, y tanto mejor así, pues no tuve tiempo ni humor para albergar tales sentimientos; llegué muy tarde, en una noche oscura, fría y lluviosa, a una Babilonia laberíntica, cuya vastedad inexplorada puso a prueba, y en grado sumo, cualquier claridad de pensamiento o entereza que la Naturaleza pudiera haberme concedido, a falta de cualidades más brillantes.