Irene es una joven poco adaptada al mundo que la rodea. Se siente especial y en ella habitan sentimientos encontrados que no comulgan con las lecciones religiosas que le enseñan en la escuela. Ella no cree en Dios, cree que todos tenemos una parte buena y otra mala, y que esta dualidad debe convivir en armonía dentro de cada uno.
Su único punto de apoyo real en el mundo era su abuelo hasta que apareció Federico, un joven de su edad, introspectivo como ella y con unos valores y formas de entender el mundo y la vida ajenas a las de los demás, pero tan afines a las suyas. Pronto se enamoran perdidamente e inician una relación. Sin embargo, esa aparente felicidad se verá empañada por motivos inesperados. A partir de entonces, Irene comienza una nueva vida.