Martha C. Nussbaum toma como punto de partida la filosofía de Aristóteles para establecer la pertinencia de la lectura y estudio de las obras literarias al abordar los problemas éticos. Si los textos filosóficos han planteado estas cuestiones en términos de principios y reglas universales, abstractas, Aristóteles, a diferencia de Platón, concibió estos principios y reglas como “bosquejos” que debían llenarse con un contenido que se encuentra en las experiencias particulares. Experiencias y emociones que relatan las novelas y que la autora estudia en las obras de Henry James y Proust (cuya relación con Albertine da título al libro), Dickens y Beckett, en la relación entre dos de los miembros más famosos del Grupo de Bloomsbury, Dora Carrington y Lytton Strachey. El libro termina con el que quizá sea el más brillante ensayo entre los escritos por la autora: un análisis de la Odisea y, en concreto, de las razones que movieron a Ulises a rechazar la propuesta de la diosa Calipso: un amor eterno, que implicaba la inmortalidad y la felicidad. Ulises, como es sabido, prefiere volver con Penélope y la vida propia de los hombres, prefiere un proyecto de vida humana.
No necesitamos solo ejemplos filosóficos (que solo contienen unas pocas características que el filósofo ha decidido que son las de mayor relevancia para su argumento); también necesitamos novelas sobre la forma de vida global de la gente que realmente cree y vive la vida de la conmensurabilidad; sobre cómo llegaron ahí y cómo lidian consigo mismos y con los demás. Necesitamos aceptar esas obras, y otras obras sobre gente que vive y valora de manera diferente, para abordarnos no solo en y a través del intelecto, sino evocando respuestas no intelectuales que tienen su propia forma de selectividad y de veracidad. Cualquier teoría social que recomiende o emplee una medida cuantitativa del valor sin haber ejercitado antes la imaginación por este camino me parece completamente irresponsable.