Empiezo, entonces, con un momento hacia el final de Sodoma y Gomorra donde el narrador de Proust empieza a explicar a sus lectores una verdad central sobre el alma humana. Este está montado en el tren con Albertine, sobre el pequeño tramo de vía en la costa que pasa a través de los centros turísticos en las proximidades de Balbec. Se siente aburrido con Albertine; más o menos ha decidido dejarla. Justo antes de que alcancen la parada que es el destino de ella, Albertine comienza a presumir de su amistad con la hija del compositor Vinteuil (quien, como sabe Marcel, es una lesbiana declarada). Ese comentario de Albertine, al despertar los