No comienza nuestro siglo a ser un gran Sábado Santo, día de la ausencia de Dios, en el que hasta los discípulos tienen un vacío helador en el corazón que se hace cada vez más grande, y por este motivo se disponen, llenos de vergüenza y de angustia, a volver a casa y se encaminan a escondidas y destruidos en su desesperación hacia Emaús, no dándose cuenta en absoluto de que aquel que creían muerto estaba en medio de ellos?