Alargó el brazo hasta la bandeja que sostenía un solícito camarero para hacerse con una copa de champagne con la que ahogar sus penas. Era su primera gala de los BAFTA y se sentía intimidada entre tanta celebridad.
El móvil vibró dentro del diminuto bolso de fiesta que sostenía. Dejó la copa de champagne y lo sacó con curiosidad, ya que muy poca gente sabía que había regresado a la ciudad.
Sonrió al ver el nombre que aparecía en la pantalla:
—Hola, profe —saludó contenta de poder dejar de lado por un momento la tensión de decidir cuál iba a ser su siguiente movimiento.
—¿Qué ha pasado, Perséfone? ¿Ha llegado antes el invierno y yo no me he enterado? —preguntó a pesar de que estaban a finales de enero.
—No seas borde. Londres tampoco es el inframundo —bromeó, siguiéndole el juego—. He venido por la gala —se quejó—. Además solo me