Estética de la arquitectura

Las bellas artes trabajan mediante signos naturales y visibles, por medio de líneas y figuras: «ello puede realizarse mediante superficies o mediante cuerpos». En pintura se usan las superficies; en escultura y arquitectura los cuerpos: «la arquitectura se diferencia de la pintura, así como de la escultura, según las perfecciones que cada una debe expresar sensiblemente».

Moses Mendelssohn se encuentra en una posición análoga a la de Batteux cuando afirma que la imitación de la naturaleza es el instrumento universal a través del cual las bellas artes nos seducen: el fin del arte es el placer.

A partir de este momento entramos en el vasto territorio de la estética como disciplina autónoma.

En 1750 Baumgarten había publicado su Estética, empleando por primera vez tal término;

Baumgarten dota por vez primera de total autonomía a un campo del arte en el que domina la fantasía.

Parece entrever que la revolución industrial disolverá el universo de las formas de la tradición al igual que las de la naturaleza, y que está asomando la figura de un nuevo sujeto político, la masa, que será quien finalmente decida sobre el gusto.

Para Algarotti, Lodoli se había comprometido a «purgar» la arquitectura: no debe verse en una construcción «nada que no tenga su tarea (...) lo que introduzcan en sus obras los arquitectos más allá de lo necesario para cumplir su fin será sólo afectación y falsedad». Su lema era «Nada (...) debe representar si no tiene una función». P

La metáfora parece ser adecuada para las catedrales góticas, con su enorme cantidad de altas columnas y con los juegos de luces que podrían aparentar ser las del sol entre las ramas y el follaje. Laugier revaloriza el Gótico a través de esta metáfora, pero también gracias a sus elementos constructivos, por su propósito de mostrar la fuerza en acción, por su funcionalismo, que representa su elemento de mayor interés.

La idea de la cabaña se hace metáfora del bosque cuando Laugier examina las iglesias: eso es lo que le parecen en su interior, lo que evidencia su tenacidad en el paradigma de la naturaleza.

En la cabaña primitiva Laugier no ve sólo un arquetipo, sino también un procedimiento. Ello le llevará a intuir que la esencia de la arquitectura radica en su lógica constructiva, verdaderamente racional. Su verdad no se encuentra en la proporción, sino en la lógica de la construcción. Establecida esta verdad, el problema de la arquitectura, antes que estético, es ético.