Es un antiguo convento de hermanas de clausura, alejado de las carreteras principales y la línea de ferrocarril abandonada. Se encuentra casi vacío. Las viejas hermanas se mueren, no hay vocaciones nuevas.
Hasta que autoridades diocesanas solicitan ocultar a un sacerdote que ha sido herido de una manera que sugiere claramente una venganza por un comportamiento sexual abusivo, nada ocurre en el lugar que no sea su paulatina extinción, apurada por los terremotos. Esa visita inicia una avalancha de acciones entramadas alrededor de más atentados criminales parecidos, que ocurren en varias ciudades de Chile, pero que se mantienen más o menos ahogados. Sin embargo, lo que se procura silenciar sale a luz violentamente con el asesinato de un conocido cura santiaguino que se hace llamar El Padre. Su cuerpo presenta huellas de ultrajes similares.
El comisario Oscar Morante es puesto a cargo investigar el crimen. Enfrentará múltiples intentos por impedir que se ventile la podredumbre de abusos de poder e impunidad que emerge y se extiende con cada paso que da, incluido un esfuerzo por adelantarse a la policía, para descubrir a los hechores y evitar que sus atentados continúen extendiéndose.
En el trasfondo, una opinión pública incrédula es presa de una oscura desconfianza alimentada por la falta de información, que crece inevitablemente cada vez que se conoce un dato nuevo.
El temor se extiende en las altas esferas de todos los colores y sabores. Con su credibilidad en caída libre, el control de la agenda de las conversaciones sociales escapa entre sus dedos. Algo deben hacer; es muy peligroso perder el poder que más importa. Y más de algo hacen, por supuesto.