«¿No te hago daño?» Vuelve a empezar. «No me contestes, sigue, sobre todo no apartes los labios de mi sexo. Si te hago daño al apretarte los senos con la mano, levanta una rodilla hacia un lado, o un pie. ¿Va bien? ¿No te hago daño? ¿Puedes menear un poco las nalgas, por favor?, de derecha a izquierda, son tan bonitas... Muchas mujeres te las envidiarían, ¿sabes?»