La musicoterapia en la vejez es un asunto que se ha desarrollado con buena amplitud; basta ver el reciente caso de Coco, la película escrita por Adrián Molina y Matthew Aldrich, producida por Pixar, en la que una anciana “bien cuidada”, pero reducida al silencio, logra entablar un nuevo vínculo con la actualidad a partir de una canción que su bisnieto recupera para ella después de una odisea en la que él mismo se replantea su visión sobre la vejez y la muerte. El niño reconoce que la música es importante y poderosa porque puede detonar respuestas distintas, de modo que la escena casi final, cuando se aferra a tomar la guitarra y cantarle a Coco, su bisabuela, pese a que todos le dicen que es una tontería, resulta de lo más hermosa. Como si la infancia y la senectud, esas dos etapas tabú en una sociedad que sólo venera la productividad adulta, se unieran para hacerse escuchar. Y su herramienta es la música.