(h)amor de madre

Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona en el mundo a la que nunca le ocurrirán estas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro, Paul Auster.

la maternidad ha sido excluida de la literatura, al menos la maternidad vista por autoras y personajes femeninos en su ambivalencia, la madrastranidad –como madrastra que ejerce de madre, sin abusar de su poder o su posición– ha sido directamente eliminada

madrastra intentará imponerse, para marcar su territorio, y pese a que es comprensible, ese lector –que no deja de ser el ojo que juzga y critica en la sociedad– no consigue ponerse en su lugar, puesto que la madrastra ha sido impuesta, elegida solamente por el padre. La madrastra de Carmen Laforet, por ejemplo, prohibió al padre que acompañara a su hija en coche al colegio, de modo que la escritora iba sola.

En Buenos días, tristeza, Françoise Sagan muestra una de las caras de la madrastra normali‍

la única manera que permitirá a una madre compartir a su hijo no solo con un padre con el que ya no convive, sino con la madras‍

de posesión. El discurso revolucionario del amor, digamos, pasional, empieza a tener cierta relevancia: el otro no puede ser jamás tuyo. La sociedad todavía se está desligando de la idea del amor cerrada y conservadora, una idea que sobre todo sufrieron las mujeres durante décadas: la sumisión, la obediencia y el miedo.

primero habría que alejarse de la id

aunque no sea del todo distinta, esa misma sociedad no sabe identificar la competición entre madres y madrastras como un ejemplo más del peso que tiene la mirada de los

Por una parte, el ideario común te dice que si eres madrastra, debes ser malvada con tus hijastros. Por otra parte, la sociedad te dice que si no eres la madre de esos niños, no puedes comportarte como si lo fueras –con la excepción de las madres adop‍

madrastra buena es, entonces, la antinatural.