La reclusión es para mí la condición necesaria para que aparezca la vida. Al apartarme de los ruidos cotidianos, al protegerme de ellos, parece que surgiera por fin otro mundo posible. Un «érase una vez». En este espacio cerrado, me evado, huyo de la comedia humana, me adentro en la profundidad de las cosas. No me cierro al mundo. Por el contrario, lo siento con más fuerza que nunca.