Cuando ves una foto de ti mismo con cinco años, puede que te preguntes: «¿Soy la misma persona que ese niño?». La respuesta no es «sí» o «no». Tu silueta, tus sentimientos, tus ideas, tus percepciones y tu consciencia son algo diferentes a cómo eran cuando eras ese niño. Es evidente que no eres exactamente la misma persona. Pero tampoco eres una persona completamente distinta. Tú y ese niño coexistís el uno con el otro.