Todas las palabras: sin excepción.
Como en un viaje demencial por la toponimia; como en un descenso en espiral por el abismo de un mapa; como una expedición de rastreo de huellas por los valles y desniveles y pueblos y depresiones y cordilleras y aldeas y ríos y vertederos y acantilados y metrópolis y periferias y polígonos industriales y búnkeres y sótanos de la historia de la topografía; así he caminado, sin tregua ni descanso, siempre hacia el norte, es decir, hacia el fin, por una ruta exclusiva de palabras.
Las he buscado y encontrado, ensartado, recorrido, subrayado, estudiado, memorizado, interiorizado durante jornadas laborales y ratos de ocio, robándole el tiempo a las comidas y al sueño, discretamente, en silencio, sin que nadie pudiera detectarme ni, por tanto, delatarme.