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Books
Leslie Jamison

La huella de los días

  • Victoria Victoriaцитирует4 года назад
    «Tenía dos ansias y ambas luchaban entre sí –escribió Rhys en su diario–. Quería sentirme amada y quería estar siempre sola.»1
  • Victoria Victoriaцитирует4 года назад
    Mi yo borracho era como una prima ridícula de la que me sentía responsable, una huésped en el bosque de cuyas acciones era indudablemente culpable, aunque no recordara haberla invitado
  • Roxana Lezamaцитирует4 года назад
    esa chica que quería expresar la inmensidad de lo que sentía y para hacerlo usaba lo que tenía más a mano
  • Rafael Ramosцитирует12 часов назад
    En el mundo de los relatos de Johnson, los personajes acercaban los labios a las copas con delicadeza, como «un colibrí libando una flor». Había una casa de campo donde la gente se reunía para fumar opio de uso farmacéutico y decía cosas del tipo «McInnes no anda muy fino. Acabo de pegarle un tiro».
  • Rafael Ramosцитирует13 часов назад
    Si había un libro que todo el mundo veneraba en Iowa, oráculos de la poesía y arquitectos de la prosa por igual, era Hijo de Jesús, de Denis Johnson. Esta recopilación de relatos cortos era nuestra biblia de belleza y deterioro, una visión alucinada de cómo y dónde vivíamos, entre fiestas celebradas en casas de campo, mañanas de resaca y cielos de un azul tan rabioso que te dolían los ojos al mirarlos. La mitad de los relatos del libro estaban ambientados en bares de Iowa City. Pasaban cosas alucinantes
  • Rafael Ramosцитирует13 часов назад
    Una noche le conté a Jack que a veces me iba a la tienda de suministros para camiones de madrugada y me sentaba a trabajar en los reservados de vinilo que había junto a la tienda, desde los que veía las resplandecientes hileras de tapacubos de los pasillos. «Acabas de volverte cien veces más interesante», me dijo, y yo intenté dividirme entre cien allí mismo, delante de él, para saber cómo me había visto hasta entonces.
  • Rafael Ramosцитирует13 часов назад
    «La verdad es que costaba hasta mirarlo –dijo un conocido suyo–, pues el alcohol y el tabaco lo dominaban hasta el punto de que parecía haber otra persona en la habitación con nosotros.» Durante la fase más aguda de su alcoholismo, Carver sostenía que gastaba doscientos dólares al mes en bebida, un sueldo nada desdeñable que pagaba a esa otra persona presente en la habitación. «Por supuesto que hay toda una mitología asociada al alcohol –dijo en cierta ocasión–. Pero nunca me ha interesado lo más mínimo. Lo que a mí me gustaba era beber sin más.»
  • Rafael Ramosцитирует13 часов назад
    Yo imaginaba a Carver encadenando jaranas y triángulos amorosos, hurtos y seducciones, enfrascado ante la máquina de escribir, sobre la que dejaba caer inadvertidamente la ceniza del cigarrillo, cabalgando la cola de cometa de la enésima juerga y adentrándose en su despiadada sabiduría. Fueran cuales fuesen los precipicios psicológicos a los que lo habían abocado sus largas borracheras, fueran cuales fuesen los abismos que había vislumbrado desde las alturas, yo lo imaginaba colando esa desesperación hábilmente entre las serenas traiciones y las elocuentes pausas de su obra. Uno de los amigos de Carver lo explicó como sigue: «Creo que Ray era nuestro Dylan Thomas de turno; nuestro contacto con el valor necesario para enfrentarse a la máxima oscuridad posible y sobrevivir.»
  • Rafael Ramosцитирует13 часов назад
    La sombra de Carver era la más alcoholizada de todas. Sus relatos eran dolorosos y precisos, como uñas cuidadosamente mordidas, llenos de silencio y whisky, de «solo una ronda más» y «a la próxima invito yo». Sus personajes engañaban y eran engañados. Se emborrachaban entre sí y arrastraban hasta el porche los cuerpos sin sentido unos de otros. No era raro que se llevaran alguna que otra paliza. Una representante comercial de vitaminas cogió una borrachera y se rompió un dedo y luego se despertó con una resaca «tan monumental que era como si alguien le estuviera clavando hierros en el cerebro».
  • Rafael Ramosцитирует13 часов назад
    London se refería a la tristeza del alcoholismo como una «tristeza cósmica», no una pena pequeña, sino inmensa. Según la antigua canción popular que estaba en el origen del personaje, John Barleycorn era la personificación del alcohol etílico, un espíritu que sufría los ataques de borrachos doblegados por la botella, hombres que buscaban revancha por lo que él les había hecho. En la novela de London, era más bien una sádica hada madrina que concedía a sus protegidos el cruel don de una sabiduría desoladora. Sin duda había visitado a los escritores legendarios de Iowa, los mismos que proyectaban su larga y tambaleante sombra sobre los reservados con mesas cosidas a rayajos de los bares en los que nosotros nos reuníamos.
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