Hacer que su protagonista llamara a Fitzgerald a media novela era una dolorosa confesión de las propias aspiraciones literarias e inseguridades de Jackson. Quería contarse en las filas de los grandes escritores beodos, pero no sabía si su propio retrato del alcoholismo –carente de trascendencia trágicaera lo bastante bueno para formar parte del canon. Cuando Don imagina la novela que escribirá, evoca una compleja trama de situaciones en las que el alcohol está presente («la larga aventura con Anna, la dependencia de la bebida»), pero, a medida que avanza, el propio argumento se ve arrollado por el alcohol, ya en ese primer borrador, hasta que incluso las comas caen entre borrachera y borrachera: «los libros empezados y abandonados, los relatos breves inacabados, la bebida la bebida la bebida.»