hay que tener claro que no es ni una ciudad en pie ni una ciudad acostada, es –ya lo he dicho– una ciudad que se subleva, dice no y sí a la vez, sabe lo que ya no quiere, sabe a lo que aspira y su movimiento no deja otra opción a quienquiera que sea que acompañarla, confiar en ella a ciegas, seguirla en una trayectoria que parece un vagabundeo pero que no es nunca un vagabundeo, que se parece al deambular de un loco pero que es la iniciación del revolucionario, el único revolucionario de verdad, el amante, un revolucionario que descubrirá al final del camino que aún no está preparado, porque nunca se está realmente preparado para este tipo de cosas, pero habrá comprendido el sentido de los grandes sacrificios por las causas justas.