Es un pueblo perdido en el campo. Es una casa de piedra sólida junto a un río profundo, un camino nevado y una cantera agreste. Es un tejedor que vive en una casa de piedra de un pueblo perdido en el campo de la Inglaterra moralista, religiosa y conservadora que se dio a llamar victoriana. Despreciado por su aldea, desgraciado en el amor, traicionado por el mejor amigo del mundo que conspiró para arrebatarle a su amada, Silas Marner, llega a Raveloe a vivir en la misantropía y la soledad más absolutas sin saber que la vida y el azar pocas veces son lo que los hombres eligen para sí mismos. Una nueva oportunidad de amar transformará la avaricia del tejedor estoico en dádiva cuando una mujer vaya a morir con una criatura en los brazos a la entrada de su casa. Entonces no sólo se transformará la vida del tejedor, sino todas las historias parroquiales, sencillas y anónimas que se mezclarán entorno al más extraño personaje que se haya conocido en Raveloe: los poderosos terrateneientes, los pobres peones, los religiosos y los puritanos. Todos ayudarán a Silas Marner en la crianza de aquella niña que esconde tras de sí la sombra de una traición y una vileza. Narrada con la precisión descriptiva de George Eliot, Silas Marner constituye un retablo donde se mueven tipos humanos de diversa rusticidad aldeana. Mary Ann Evans, que firmaba sus libros como George Eliot para que estos fueran juzgados por la sociedad de su tiempo en virtud de sus méritos estéticos y no con el prejuicio victoriano de que eran sospechosos por haber sido escritos por una mujer, la misma escritora admirada por Prouts y Virginia Woolf, recrea una inglaterra rural, pintada con piceladas de precisión en los ámbitos del corazón humano en esta historia, considerada por la crítica como una verdadera obra maestra.