Henry Ford solía decir: «tanto la persona que cree que puede, como la que cree que no puede, las dos están en lo cierto». Si hay algo que tienen en común los grandes emprendedores es una gran fe en ellos mismos. Poseen una fe inquebrantable en su misión, sus habilidades y sus metas, y esta confianza multiplica su poder y libera su verdadero potencial. El mundo le abre campo a una persona decidida. Los fracasos no logran desanimarla, las caídas no pueden desilusionarla y las dificultades no van a desviarla ni un centímetro de su destino. Pase lo que pase, mantiene la visión en sus objetivos y sigue hacia delante.
No hay nada que pueda ayudar a triunfar a una persona que no cree en sí misma. El fracaso comienza con la duda o el desprecio de nuestras propias habilidades y la perdida de la confianza en nuestra capacidad para hacer que las cosas sucedan. En el momento en que siembras duda y comienzas a perder la fe en ti mismo, te conviertes en tu peor enemigo.
Muchas personas desean triunfar, quieren hacer realidad sus sueños, desean construir grandes negocios y hacer algo extraordinario con sus vidas, pero la duda se ha apoderado de su manera de pensar. Su falta de confianza en sí mismas las debilita. La profecía del fracaso se puede ver en su cara. Se dan por vencidos antes de comenzar la batalla.