De todo esto se desprende el potencial de la tecnología digital para erosionar una de las dimensiones más individuales de nuestro muy individual oficio, esa cultura de la exclusividad condensada en la noción del archivo propio, obtenido por el esfuerzo propio, y por eso guardado bajo siete llaves. En su dimensión más abierta, la del archivo disponible en internet, esto implica no solamente la apertura a otros colegas, sino a cualquier persona interesada en esos materiales. La digitalización marca, así, una saludable tendencia a minimizar el acceso como valor en sí. Y con ello jerarquiza la destreza y creatividad en la construcción del archivo para la base de un trabajo, que siempre será un archivo singular.