Volver la vista atrás

ordenar un pasado ajeno fue la manera más eficaz de lidiar con el desorden de mi presente.

Siempre había sabido que uno puede no creer en ningún dios, pero hay que tener fe en la luz. Pues quien domina la luz lo domina todo.

Fe es creer en lo que el laboratorio aún no ha revelado

Tal vez esto, el regalo de la normalidad, era mejor que dejarle una fortuna.

Vivir con miedo, vivir perseguido, vivir mirando por encima del hombro: no, tenía que haber otra vida.

Sergio sólo podía pensar que había dedicado todos los años de su adolescencia, todos los de su adultez incipiente, a prepararse para algo que no había tenido lugar. Cuánto esfuerzo físico, pensó, cuánta testarudez mental, cuánta disciplina y cuánta vocación y cuántos sacrificios para hacer parte de esa misión maravillosa: hacer la revolución, traer al hombre nuevo, cambiar este mundo por uno donde la gente sufriera menos o donde no sufriera nadie. Y ahora estaba aquí: huyendo de todo aquello con la sola ansiedad de no ser capturado.

«De que esto no es amor», dijo Luz Elena, «sino agradecimiento. Y eso no es suficiente para sacar una vida adelante»

Nada de lo que vio esa tarde era parte de lo aprendido en China, donde la consigna era muy clara: si al enemigo se le promete la vida a cambio de la rendición, esa promesa debe respetarse, porque sólo así se consigue que otros quieran rendirse después. Pero no dijo nada: no dijo que la maniobra había sido un error, ni que esos muertos eran campesinos también, ni mucho menos que la crueldad no era parte de la revolución.

¿en qué momento llegan unos padres a la convicción de que la revolución puede educar a sus hijos mejor que ellos mismos?

Era su palabra contra la de Facebook; era su pobre argumento de pasajero indocumentado contra la autoridad de Twitter.