Si miras hacia abajo, la misma nieve retozona que los patines del trineo levantan al pasar y que el viento alza tozudo, llevándosela a un mismo lado. Delante, siempre a la misma distancia, se alejan a toda velocidad las troikas que nos preceden; a derecha e izquierda todo es blancura, espejismos. En vano busca el ojo un objeto nuevo: no se ve nada, ni un poste, ni un almiar, ni una valla. Todo es blanco alrededor, blanco y movedizo: a veces el horizonte parece hallarse inconmensurablemente lejos; pero otras, da la impresión de haberse comprimido y estar ciñéndonos a dos pasos de distancia; a veces, a nuestra derecha, se yergue un alto muro blanco que corre en paralelo al trineo, pero otras desaparece repentinamente para alzarse más adelante, huir a toda velocidad y volver a desaparecer.