La rebelión de las ratas plasma la angustia de los mineros colocados frente a una situación totalmente injusta. El minero devenga un jornal de miseria, mientras se importan extranjeros que reciben sueldos fabulosos. El hombre de esta tierra pierde su derecho a la rebelión y a la protesta, es amordazado, es dominado desde el púlpito por la voz del cura, es asustado desde las oficinas por los invasores extranjeros, es supeditado por el elemento militar que le obliga a hacer lo que no quiere. Y cuando por último el pueblo se quita la mordaza de la resignación, y grita, encontramos que, a pesar que las tragedias que siguen, las ideas siguen viviendo, ya que la rebelión, como camino contra la opresión y la injusticia, sigue abierta en los horizontes del mundo.