A Howie, un joven oficinista, se le han roto los cordones de sus zapatos con tan solo un día de diferencia. Mientras sube en las escaleras automáticas que le llevan de vuelta a su puesto de trabajo en la entreplanta de un edificio de oficinas, hace un repaso mental de su día después de ir a comprar en su hora del almuerzo unos cordones nuevos. A través de sus pensamientos –minuciosos, exhaustivos–, asistimos a una virtuosa disección de objetos comunes y asuntos triviales que habitualmente pasan desapercibidos para nosotros por su cotidianeidad y que, sin embargo, ocupan la mayor parte de nuestra vida.
Escribe Patricio Pron en el prólogo a esta edición que el argumento de La entreplanta es «la fundación de una sensibilidad y la experiencia de asistir a ella». Y es también un muestrario en clave de humor del estilo de vida occidental en los últimos cincuenta años, un ejercicio de nostalgia y una llamada de atención sobre el consumismo y sobre cómo este ha tomado posesión de nuestras vidas. Esta inclasificable novela influyó notablemente en la obra de algunos de los escritores más relevantes de los años 90, como David Foster Wallace o Dave Eggers.