Armendáriz había sentido miedo la primera vez que había fumado marihuana. Era tan distinto a tomar merca: la cocaína hacía todo sola, cargaba el cerebro enseguida; al porro había que conocerlo, llevaba su tiempo entenderlo. No solo tuvo miedo, esa primera vez se sintió estúpido. Facundo se había dado cuenta y lo había tranquilizado diciéndole que no tenía que hacerse la cabeza porque la marihuana intensificaba las sensaciones y, cuando uno piensa que tiene miedo, tiene más miedo. «Y no importa que te sientas estúpido porque el efecto es precisamente ese: hablar pavadas. A veces te dicen cosas inteligentes, pero en formato estúpido, y mejor así porque ya hay suficiente tragedia.»